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Tu amiga no es tóxica, es una bully

Myriam Perea Granado • may 16, 2023
El pasado 2 de mayo se celebraba el día contra el bullying o contra el acoso escolar. Este es un tema que genera unanimidad -como debería ser en cualquier situación de violencia, aunque por desgracia no siempre es así-. Afortunadamente, respecto a la violencia escolar todas y todos nos posicionamos en contra.
 
Estos días artistas, comunicadoras/es, especialistas de la educación, etc. han visibilizado socialmente este problema bien contando su propia experiencia como víctima de bullying, bien expresando las consecuencias a corto y largo plazo que genera en quienes lo sufren, o reseñando las carencias que aún existen desde el sistema educativo para eliminarlo. 

En definitiva, parece que las personas adultas tenemos muy clara nuestra opinión sobre cómo se relacionan adolescentes, niños y niñas entre sí y cómo deberían hacerlo, pero… ¿Cómo tratas tú que ya eres adulto/a a otras personas adultas de tu entorno? ¿y cómo te tratan a ti?

A lo largo de mi vida he conocido, tanto en consulta como fuera de ella, a muchas personas que han sufrido acoso por parte de otros adultos y adultas. 

Por ejemplo, en el entorno de trabajo, donde el acoso se denomina mobbing, encontramos que en España actualmente tenemos un 15% de personas trabajadoras víctimas de acoso laboral. Pero este es un tema para otra entrada del blog, porque lo que nos interesa desarrollar en este post es, ¿Qué ocurre si observamos nuestro entorno más cercano, ese que hemos elegido: las amistades? 

Aviso navegantes, antes de entrar en materia: No vamos a denominar estas relaciones como amistades tóxicas o personas tóxicas.


Ese término tan perverso minimiza agresiones, maltrato y violencia por parte de quien lo ejerce. Siempre vamos a estar del lado de las víctimas y de quienes sufren por el acoso y abuso de otra persona, ya sea su pareja, familiares o amistades. Consideramos un desprecio desde la psicología a las víctimas cuando se confunden a propósito los términos, buscando seguir la moda en la psicología popular de las redes sociales.


Es cierto que no siempre que hay un comportamiento abusivo podemos hablar de bullying, acoso o maltrato. Hay conductas agresivas que pueden sucederse en el marco de una relación de cualquier tipo -familiar, de pareja, amistades, compañeros de trabajo, etc.- sin que la persona sea consciente del malestar que produce o en la que no hay una intención de dañar, sino que aparecen por otros motivos de inseguridad, falta de autoestima, necesidad de aprobación y un largo etcétera. Está bien definirlas e identificarlas para que podamos corregirlas. Así, este es otro motivo por el cual debemos huir de hablar de personas tóxicas, ya que nadie nos identificaremos con esa etiqueta. Yo no soy una tóxica. Sin embargo, si hablamos de conductas concretas que son inadecuadas, que son “tóxicas”, puedo darme cuenta que las hago y buscar la forma de dejar de hacerlas y/o disculparme o resarcir a la persona dañada. Es más probable que reconozca mi necesidad de cambio si reconozco un comportamiento en mi, que si tengo que identificarme con un perfil de tóxico/a.


En este artículo nos interesa centrarnos en el acoso y el maltrato que algunas personas sufren por parte de sus propias amistades. Personas que han sido seres muy queridos y con quienes se han construido vínculos muy fuertes, empiezan a tener comportamientos dañinos y crueles. A veces los han tenido desde siempre pero eran gestos pequeños, sutiles desprecios o manipulaciones. Otras, sucesos ocurridos en la relación o en la vida de alguna de ellas -llegada de una nueva pareja o hijo/a, nuevo proyecto profesional, mudanza a otra ciudad, etc.- precipita que se suceda una escalada de violencia.


Algunos comportamientos habituales que realizan las personas agresoras cuando hay bullying adulto son:


-         Hacer bromas crueles y que humillan a la víctima, que pueden sucederse tanto delante de la persona como a su espalda, con el claro interés de ridiculizarla.


-         Procurar su aislamiento, dejando de contar con ella y de invitarle a los planes en los que antes participaba sin darle una explicación o causa razonada y procurando que a través de publicaciones en redes o en conversaciones sepa de la quedada para procurarle daño con este hecho.


-         Aprovecharse del deseo de la víctima por pertenecer de nuevo al grupo o reparar la amistad, pidiendo favores y presencia cuando pasan por un mal momento, pero sin disposición alguna a que esto sea recíproco.


-         Utilizar los momentos de vulnerabilidad o la información que se le da sobre situaciones difíciles, para juzgar a la víctima, hacerle críticas crueles y/o culpabilizarla de lo que le ocurre.


-         Ser muy exigente respecto a cuándo, cómo y con qué frecuencia hay que atenderles, escribirles, llamarles, etc. manipulando a la otra persona y haciéndola responsable de sus enfados, desprecios y/o ofensas cuando se incumplen sus exigencias.


-         Sentir celos cuando la víctima hace planes o se relaciona con otras amistades y la castiga a veces haciendo comentarios maliciosos y ofensivos directamente, y otras, de manera pasiva agresiva, aplicando la ley del hielo por tiempo indeterminado.


-         Provocar situaciones de discusión y conflicto frecuentemente, llegando a insultar y amenazar a la víctima con el abandono y/o la pérdida de su amistad.


-         Criticar de forma destructiva y dañina a las personas amadas por la víctima: su pareja, familiares y/o otras amistades, buscando sabotear las relaciones de esa persona para procurar su aislamiento.


Otros aspectos para identificar cuando no es tu amiga, sino una bully...


Cuando estás en una relación de este tipo sientes que cuando tienes un encuentro con la persona que ejerce el bullying acabas exhausta/o con un gran agotamiento mental y emocional. La relación ambivalente en la que te manda mensajes contradictorios porque un día te llama “amiga” y al siguiente te ignora o te ataca por cuestiones menores, produce un reforzamiento intermitente -el mismo mecanismo que se pone en marcha en las relaciones de violencia de género o en las relaciones de dependencia-. Esto produce que romper con la relación y salir de ella definitivamente sea mucho más difícil. A esto se le suma que tu autoestima estará muy dañada -mayor daño cuanto más tiempo se mantenga la relación- sufriendo críticas, juicios, ataques verbales, etc. La autoimagen se daña no solo por la creencia en el relato del otro sino por la sensación mantenida de incompetencia para hacerle frente consecuencia del miedo a un nuevo conflicto.


La única alternativa es terminar con la relación de amistad cuando reconozcas que estás en una relación abusiva. Si tienes dificultades para tomar la decisión o encontrar la manera de ejecutarla una vez tomada, puedes acudir a un/a profesional de la psicología que te ayude a gestionarlo emocionalmente y a definir la estrategia más adecuada para acometerlo en tu caso.

En cualquier caso, es importante que sepas que no estás sola/o en esto y que puedes construir nuevas relaciones más sanas y enriquecedoras porque no hay nada malo en ti, solo estás roto/a ahora por como te han tratado.


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